El hombre que ora en los salmos es el ser humano de todos los tiempos: los salmos son espejo en el que se reflejan nuestros sentimientos. Los autores de los salmos no compusieron sus poemas por simple entretenimiento o capricho, sino para traducir su experiencia personal y religiosa. Así, el creyente que hoy reza con un salmo puede percibir la voz de esos creyentes que le han precedido y, sobre todo, la voz del Espíritu.
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